sábado, 9 de octubre de 2010

¡HACIA LA CIUDAD DESEADA!

Editorial

Las fundaciones de las grandes ciudades o urbes antiguas y modernas se pierden entre mitos y leyendas. En la Biblia, el primero que fundó una de ellas fue Caín. Para los griegos y romanos, siglos más tarde, la ciudad era la máxima expresión civilizatoria. Heráclito afirmaba que sin ciudad: no habría sofistas no habría Sócrates, no habría politeia, es decir política.
Esto demuestra que toda ciudad fue hecha con una idea, un plan o un propósito específico. Aristóteles en el capítulo 8 del libro segundo de Política, escribe que: “Hipodamos, hijo de Eurifón, ciudadano de Mileto, inventó el trazado geométrico de las ciudades”. Posteriormente, se dispuso el nombre del santo patrono del urbanismo: Hipodamos de Mileto. Este trazo geométrico, nos indica que este primer urbanista, tenía la idea de hacer armonizar la ciudad con el universo.
Por lo tanto, El Urbanista está enmarcado en las ideas que nos hacen impulsar una ciudad deseada. Lamentablemente, como expresa Gabriel Jiménez Emán: la ciudad actual no es del todo un modelo de convivencia, sino de fricciones que ponen a los ciudadanos en una competencia desleal. Nuestra visión será cultivar un saber para lograr la civilidad. La civilidad no es más que el respeto por el saber y el ser del prójimo, del habitante de la ciudad: el ciudadano, el ideal de toda sociedad educada y de El Urbanista. Porque somos como nuestra ciudad o ella es como somos.   

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